¡Compañeras! ¡Compañeros!
[Parte 2 de 4]
En el anterior número de este
boletín, terminé con el razonamiento de que si el empresario no construyó la
fábrica, no trabaja en ella, no diseño ni construyó la maquinaria, no hizo
aparecer la tierra que explotan los agricultores y de la cual es legalmente el
dueño, al igual que lo es de la fábrica, maquinaria... ¿por qué todo eso es
suyo? ¿por qué no podemos nosotros los trabajadores utilizarlo de forma
conjunta para asegurarnos un bienestar mutuo?...
Al cual le seguía tu
contestación: «¡Porque el empresario sabe como tiene que funcionar todo! ¡sin
él, los trabajadores estarían todavía en el sofá de casa mirando la televisión!
Por ejemplo, ¿quién contrata a los Ingenieros para hacer un puente? ¡El
empresario, sin él los trabajadores no sabrían ni por dónde empezar!».
Bien, la verdad es que estás
totalmente equivocado, como ya te dije en el anterior boletín, ya que cuando
digo trabajadores, no solo me refiero a los trabajadores manuales, sino también
a los trabajadores intelectuales, esos que sacrificaron tanto tiempo
dedicándoselo al estudio, esos que pudieron costearse una formación gracias al
trabajo de otros, esos que tuvieron el “privilegio” de tener la posibilidad de
ganar un salario elevado. Y cuando digo trabajador manual, no es que me refiera
a una persona que solo obedezca órdenes, ya que en cualquier trabajo es
necesario tanto el cerebro como las manos. El carpintero, por ejemplo, debe
calcular, medir e imaginar durante el curso de su tarea, él tiene que usar
tanto las manos como el cerebro.
En realidad, el trabajador
intelectual está incluso más subordinado a su amo capitalista que el hombre del
pico y la pala. Este último tiene, si cabe, mas facilidades a la hora de
cambiar su lugar y su empleo. Si no le interesa trabajar para un determinado
patrón puede buscar otro. El trabajador intelectual, el proletario intelectual,
por el contrario, es mucho más dependiente de su empleo particular. Su esfera
de actuación es más limitada. Al no estar capacitado para ningún oficio y al
ser físicamente incapaz de servir como un jornalero, por lo general está
confinado a un campo comparativamente estrecho.
Queda claro entonces que no
constituye diferencia alguna si uno se gana su sustento con sus manos o con su
cabeza, es más, se requiere la aplicación de ambos en toda clase de esfuerzo.
«¡Pero tú mismo lo acabas de
decir! ¡los trabajadores intelectuales tienen la posibilidad de tener un
salario elevado! ¡a ellos no les afecta que el proletariado manual tenga un menor
salario, tienen una mentalidad elitista, de empresario, es decir, capitalista,
burguesa!»
Es verdad; el proletariado
intelectual generalmente tiene una actitud burguesa hacia las cosas. ¿Pero no
tienen también una mentalidad burguesa la mayoría de los obreros? Esto
significa meramente que ambos están impregnados de prejuicios autoritarios y capitalistas.
«¡Pero de todas formas el
empresario sigue siendo el propietario de las fábricas, talleres, maquinaria,
campo...!» Bien, creo que hemos llegado a un punto clave: ¿Cómo es posible que
el empresario capitalista pueda poseer todos esos bienes si no los
construyó, ni trabajó, ni trabaja en
ellos? Pues la respuesta vuelve a ser muy sencilla, lo protege el Estado y la
ley. Y pensarás: «¡Pero si es el Estado y la ley son los que mantienen el orden
y tu libertad!»
La libertad que te dan en el
papel, que está escrita en los libros de leyes y en las constituciones, no te
proporciona bienestar alguno. Una libertad así significa tan sólo que tienes el
derecho de hacer una cosa determinada. Pero no significa que puedes hacerla.
Para ser capaz de hacer algo, tienes que tener la oportunidad, la ocasión.
Tienes el derecho de comer tres
estupendas comidas al día, pero si no tienes los medios, la oportunidad para
conseguir esas comidas, entonces ¿de qué te sirve ese derecho?
De este modo, la libertad
significa realmente la oportunidad de satisfacer tus necesidades y deseos. Si
tu libertad no te proporciona esa oportunidad, entonces no te sirve de nada. La
libertad real significa oportunidad y bienestar. Si no significa eso, no
significa nada.
Preguntas: «¿y el Orden?» A lo
que sigue mi respuesta: «¿Qué orden? ¿el que permite que tú te mueras de hambre
si no tienes dinero? ¿el que permite que te roben los empresarios capitalistas
con ese cuento que llaman salario? ¿el que cuando el pueblo alza la voz para
mostrar su desacuerdo, manda a sus fuerzas para restablecer “la ley y el
orden”?»
Imagina que tú y yo y muchos
otros hemos sufrido un naufragio y nos encontramos en una isla rica en frutos
de toda especie. Por supuesto, tenemos que ponernos a trabajar para recoger el
alimento. Pero supón que uno de nosotros declara que todo le pertenece y que
nadie podría tener un solo bocado, a no ser que primero pagase tributo por él.
Nos indignaríamos, ¿no es verdad? Nos reiríamos de sus pretensiones. Si
insistiera sobre ese asunto, tal vez lo arrojaríamos al mar, y le estaría bien
merecido, ¿no es así?
Pongámonos en otro caso: nosotros
mismos y nuestros antepasados hemos cultivado la isla y la hemos abastecido de
todo lo que se necesita para la vida y la comodidad, y que llegara alguien y
pretendiera que todo es suyo. ¿qué diríamos? No haríamos caso de él, ¿no es
así? Podríamos decirle que compartiera con nosotros eso y que se uniera a
nuestro trabajo.
Pero supón que insiste en su
propiedad y que saca un trozo de papel y dice que eso prueba que todo le
pertenece. Le diríamos que está loco y nos iríamos a nuestros asuntos. Pero si
él tuviera un gobierno que lo respaldara, apelaría a él para la protección de
“sus derechos”, y el gobierno enviaría a la policía y a los soldados que nos
desahuciarían y que podrían “en posesión al propietario legal”.
Esa es la función del gobierno;
esa es la razón por la que existe el gobierno y por la cual necesita leyes,
policía y soldados, tribunales y prisiones.
Pero, ¿quiénes son la policía y los
soldados que protegen a los capitalistas contra ti, contra el pueblo?
Si ellos mismos fueran
capitalistas, entonces sería razonable que ellos desearan proteger la riqueza
que han robado, y que intentaran conservar, incluso por la fuerza, el sistema
que les da el privilegio de robar al pueblo.
Pero la policía y los soldados,
los defensores de “la ley y el orden”, no son de la clase capitalista. Son
hombres de las filas del pueblo, hombres que por una paga protegen el sistema
mismo que los mantiene pobres. Es increíble, ¿verdad? Sin embargo, es verdad.
La cosa se reduce a esto: algunos de los esclavos protegen a sus amos
manteniendo a ellos y al resto del pueblo en la esclavitud.
De esto último sacamos que el
“Capitalismo” roba y explota a todo el pueblo; las leyes legalizan y defienden
este robo capitalista, y el gobierno usa una parte del pueblo para ayudar y
proteger a los capitalistas en su robo a todo el pueblo.
«Lo que me acabas de explicar lo
entiendo, pero: ¿Qué tiene que ver esto con la “Crisis”?», me preguntas, a lo
que yo te respondo: Lo tiene que ver todo, pero este tema lo trataremos en el
siguiente número de este boletín.
Este texto contiene partes literales o modificadas del libro; “El ABC del comunismo libertario” de Alexander Berkman.
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http://es.scribd.com/doc/109344291/Boletin-2#fullscreen
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